Deseo transmitir a cada uno de ustedes el cordial saludo del Papa Francisco y agradecer a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el haber dado a la Santa Sede la oportunidad de participar en esta edición 2023 de los Diálogos de Vigo, centrados esta vez en el tema: “Hacia un sector de la Pesca y la Acuicultura socialmente responsable”. En este contexto, la Santa Sede, con las personas e instituciones que tiene dedicadas al apostolado del mar, quiere subrayar la centralidad que reviste este argumento para la promoción de un sector pesquero verdaderamente sostenible, respetuoso de los derechos humanos y de la tutela del medio ambiente. Hoy es ciertamente urgente afirmar que la responsabilidad social es la perspectiva desde la que hay que afrontar la protección de los derechos de los trabajadores de la mar, que han de gozar en todo momento de un trabajo decente, de adecuadas formas de protección social, de convenientes medidas de seguridad en el ejercicio de sus tareas y de programas eficaces que velen esmeradamente por su salud. Es también desde esa óptica que debemos encarar la espinosa cuestión de la protección del medio marino. Esto nos permite resaltar la interconexión existente entre el grave problema de la violación de los derechos fundamentales de los pescadores y la práctica nociva de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
Al hablar de la protección de los derechos de los trabajadores, la Santa Sede siempre ha percibido el recio vínculo existente entre el derecho fundamental del trabajador a un trabajo decente y digno y a disfrutar de un medio ambiente sano, limpio y sostenible (1). Sin embargo, y por desgracia, todos sabemos bien que, a pesar de los progresos en la tecnología, muchos trabajadores marítimos no sólo padecen por verse lejos de su tierra natal y de sus seres queridos, «sino que también siguen sufriendo una variedad de condiciones laborales injustas y otras privaciones, agravadas sobre todo por los efectos del cambio climático. Además, los daños a los ecosistemas marinos, como a los otros, golpean de forma desproporcionada a los más pobres y vulnerables entre nuestros hermanos y hermanas, cuyos medios de subsistencia están incluso amenazados de extinción» (2). Esto nos está diciendo que, también en el sector pesquero, la protección de lo que el Papa Benedicto XVI llamó la ecología humana (3) – para referirse a la protección de la persona como base para la convivencia interpersonal pacífica en la sociedad – ha de caminar unida a la protección de la ecología ambiental (4), nociones ambas que el Papa Francisco englobaría posteriormente en el gran concepto de “ecología integral” (5).
Para promover la ecología humana es esencial que el derecho al trabajo decente sea salvaguardado e implementado en todos los contextos en los que se desenvuelven quienes viven de la mar. Esto es importante porque el trabajo en la mar es sumamente arduo y exigente, en no pocas ocasiones arriesgado y peligroso, como lo demuestran los muchos percances y accidentes que no dejan de ocurrir en los barcos de pesca. Las jornadas de trabajo de los pescadores son interminables y el ritmo de sus tareas es estresante y agotador. Todo esto, con frecuencia, la sociedad lo ignora o desconoce, de modo que el esfuerzo de los pescadores se valora muy poco.
No olvidar esto es un aspecto fundamental para crear una cadena de valor respetuosa con las personas dedicadas al sector pesquero, dado que la mano de obra es la contribución central para garantizar que la materia prima del pescado se transforme y se haga accesible y comestible para cada beneficiario. En este sentido, es justo evidenciar los esfuerzos que se están llevando a cabo para aliviar las duras condiciones en que llevan a cabo sus quehaceres la gente del mar, afrontando diarias dificultades especialmente en la pesca, captura, cría y procesamiento del pescado. Algunas situaciones límite y degradantes han sido denunciadas tanto en los informes de las organizaciones intergubernamentales, así como en artículos, entrevistas y vídeos de periodistas. De todas estas fuentes se desprende que numerosas capturas marítimas, en diversas partes del planeta, son con demasiada frecuencia el resultado de un sofisticado y cruel sistema de tráfico y explotación de trabajadores migrantes, muchos de los cuales son trasladados forzosamente de unas regiones y zonas marítimas a otras del mundo, dependiendo exclusivamente de las necesidades de la industria, que a menudo carece de escrúpulos o miramiento alguno.
A pesar de todo, se han dado significativos pasos a nivel internacional para confrontar estas penosas condiciones laborales de la gente de la mar. Sin embargo, aún queda mucho por hacer en términos de implementación y aplicación de las disposiciones acordadas internacionalmente a nivel nacional y local.
En cuanto a la protección de la ecología ambiental, paulatinamente se ha ido consolidando la sensibilidad de todos los actores que operan en el sector pesquero con el fin de garantizar la importancia de la sostenibilidad ambiental (6) y se ha fomentado la elaboración de instrumentos jurídicos internacionales, tanto de carácter no vinculante, como de carácter vinculante para los Estados ratificantes. Esta normativa está ayudando a crear nuevos modelos de pesca, que garanticen la calidad de las capturas y el respeto por el medio ambiente. Sin embargo, todavía persisten lugares y empresas que siguen explotando a las personas y dañando los ecosistemas marinos y costeros.
Ante estos numerosos desafíos, el Papa Francisco ha urgido sin ambages la necesidad de una “conversión ecológica” (7) que obligue moralmente, incluso antes que legalmente, a implementar todas aquellas medidas que la comunidad internacional ha ido negociando con el tiempo y adoptando para que la protección de las personas y el medio ambiente se sitúe en el centro de la actividad económica de la industria pesquera.
Esta conversión requiere que dicha industria amplíe su mirada, de modo que la implementación de una estrategia corporativa de responsabilidad social y de constante solidaridad prevalezca sobre las consideraciones meramente centradas en la ganancia. En este sentido, sólo una ética respetuosa de las personas puede conducir al correcto funcionamiento de la economía, ya que permitirá centrarse en el objetivo del bien de toda la comunidad y no sólo en el frenético beneficio individual, independientemente de las repercusiones
negativas para los demás y el medio ambiente (8). Esta mirada más amplia debe surgir sobre todo de una interpretación adecuada de lo que es la inclusión, comola necesidad de ver a la humanidad como una sola familia, en la que todos somos hermanos y responsables unos de otros.
Sólo adoptando esta perspectiva diferente de la primacía de la persona y no del lucro desenfrenado será posible recuperar el valor del trabajo que dignifica a los pescadores como profesionales de la mar. Si la preocupación por la persona y sus necesidades reales se vuelve preponderante será posible potenciar el bien común que en el sector pesquero está representado por el cuidado y salvaguardia de los mares, los océanos y los recursos pesqueros en su variedad y diversidad. Sólo así la solidaridad entre todos los miembros de la
única familia humana prevalecerá sobre el egoísmo y la indiferencia.
La Iglesia católica, por medio de capellanes, religiosos y religiosas, de agentes de pastoral y voluntarios, se esfuerza para atender humana y espiritualmente a los pescadores y a sus familias, alzando su voz para que se incremente su bienestar. La Santa Sede respalda todas aquellas iniciativas que den a conocer la pesca como una salida profesional digna y llena de oportunidades para los jóvenes. Asimismo, está cerca de quienes trabajan diariamente en el sector de la pesca y la acuicultura y apoya a quienes hacen todo lo posible para crear una cadena de valor del pescado que proteja el trabajo digno y la consecución de un salario justo para todos, así como para favorecer la implementación de la justicia social y la protección del medio marino, junto con la prevención y erradicación de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
La Santa Sede espera que las sesiones de este importante encuentro animen y estimulen a la comunidad internacional y a todos los demás agentes dedicados al sector pesquero, de modo que cuantos viven de la mar vean respetada su dignidad fundamental y ejerzan sus labores en un ambiente seguro y protegido frente a los numerosos riesgos que surgen en el desarrollo de las mismas. Que todo ello se vea favorecido con la ayuda divina.
Muchas gracias.
1 Véase Asamblea General de las Naciones Unidas, Resolución no. A/76/L.75 de 28 de julio de 2022.
2 FRANCISCO, Mensaje con motivo del XXV Congreso Mundial de Stella Maris (Apostolado del Mar), 2 de octubre de 2022.
3 Véase BENEDICTO XVI, Mensaje con motivo de la celebración de la XL Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2007.
4 Véase BENEDICTO XVI, Carta encíclica Caritas in Veritate, 29 de junio de 2009, n. 51.
5 Véase FRANCISCO, Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015, nn. 137 y sigs.
6 Ex multis, FAO, The State of World Fisheries and Aquaculture 2020. Sustainability in Action, FAO, Rome 2020.
7 Véase FRANCISCO, Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015, nn. 216 y sigs.
8 Véase la entrevista con el Papa Francisco en Sole 24 Ore, 7 de septiembre de 2018, en https://www.ilsole24ore.com/art/intervista-papa-francesco-i-soldi-non-si-fanno-i-soldi-ma-il-lavoro-AEf2V5lF Es también clarificador cuanto se afirma en: CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE – DICASTERIO AL SERVICIO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL, Oeconomicae et pecuniariae quaestiones. Consideraciones para el discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico-financiero, 6 de enero de 2018, n. 10.