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“Iglesia comprometida con la justicia en el mundo obrero”

  • Categoría de la entrada:Pastoral del Trabajo
  • Tiempo de lectura:5 minutos de lectura

La HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), reunida en Asamblea General en Madrid los días 14 al 17 de Agosto, quiere comunicar a todas las personas de buena voluntad y a toda la sociedad las principales líneas de reflexión que han realizado los cerca de un millar de sus militantes procedentes de 44 diócesis de la Iglesia española, sobre los cambios que están ocurriendo en el mundo obrero y qué respuesta tiene que dar la HOAC.

En los inicios del tercer milenio nos encontramos un mundo complejo lleno de luces y de sombras. Nunca como hoy el ser humano contó con tantos medios para responder a las necesidades de justicia, libertad y fraternidad. Los avances científicos y técnicos ponen a su disposición cuantiosos medios para responder a los problemas de supervivencia y desarrollo de los pueblos.

Un enorme número de personas y organizaciones trabaja en proyectos de justicia, de solidaridad y de conciencia. Los movimientos que buscan una globalización alternativa se movilizan, y las organizaciones sindicales y políticas, Movimientos Sociales y ONGs aportan propuestas para buscar un mundo distinto basado en la paz, la justicia y la libertad.

Nuestra Iglesia se esfuerza por hacer oír su voz, apoyando todo lo bueno que se propone para el bien de las personas y denunciando todas aquellas situaciones en que los derechos y la vida de las personas son conculcados. Todos estos signos de esperanza los acogemos como lo que son, fruto de la acción de Dios en el mundo, que alienta el trabajo callado, solidario y a fondo perdido de muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Damos gracias a Dios por ello.

Estos signos de esperanza pugnan por hacerse presentes e implantarse en medio de otros signos de muerte que traen oscuros presagios sobre la humanidad. Así lo vemos en el destrozo del Derecho Internacional, patrimonio de la humanidad y fundamento de unas relaciones internacionales pacíficas. Nuestros sistemas democráticos, la mejor forma de convivencia política que hemos sido capaces de construir, se muestran incapaces de oponerse a esta barbarie y algunos Gobiernos utilizan sus mayorías parlamentarias para cubrir de legalidad lo que sólo son arbitrariedades.

Este nuevo absolutismo político sirve de soporte al nuevo sistema económico mundial que destroza la vida de las personas, especialmente del mundo obrero:

  • Elimina el empleo estable, que es la base de la vida de muchas personas y de sus familias, sustituyéndolo por el paro y la precariedad.
  • Roba el futuro de la juventud, obligándola a estar formándose hasta pasados los treinta años para convertirlos en desechables a los cuarenta, y desecha a los mayores condenándolos a la inactividad y a la pobreza, cuando les queda media vida por vivir.
  • Incrementa el conjunto de los empobrecidos y marginados, al tiempo que impide una respuesta satisfactoria a sus problemas que necesariamente pasa por la obtención de un empleo digno y estable.
  • Margina y explota a la mujer, exigiéndole: trabajar, ser madre, cuidar de la familia y de la casa, de los enfermos y de los mayores… cosas contradictorias con la igualdad dentro de la diversidad a que tiene derecho toda persona.
  • Subordina los tiempos de vida de las personas y por tanto de las familias al tiempo productivo.
  • Desmantela el Estado del Bienestar, convirtiendo en mercadería las necesidades y derechos vitales.
  • Condena a los pueblos al empobrecimiento permanente, explota y destruye los ecosistemas que sirven de hábitat para la vida de muchas especies animales y vegetales y con ello el sistema que hace posible la misma vida humana, expulsando a los inmigrantes que llegan a nuestros países buscando sobrevivir.

Este doble absolutismo, político y económico, se presenta recubierto de otro absolutismo, el cultural, que ofrece como proyecto de vida para la persona de hoy el disfrute permanente sin límite alguno, el capricho como única norma moral, y el individualismo posesivo, todo lo cual impide que la vida del otro tenga cabida en la propia vida. Siendo éste el principal reto a la fe y a la Misión de la Iglesia y la mayor dificultad para la comunión universal.

Por ello, denunciamos el nuevo orden nacional e internacional que se está construyendo y llamamos a todas las personas de buena voluntad a que definan y asuman su responsabilidad política, sindical y ciudadana. Llamamos igualmente a las organizaciones políticas, sindicales, sociales y solidarias, a que incrementen su lucha por la justicia y por la verdad. Y en ellas nos comprometemos a:

  • Plantearnos un nuevo humanismo que contemple y desarrolle a la persona en todas las dimensiones claves de su existencia: política, económica, cultural, social, religiosa y trascendente.
  • Plantearnos un diálogo nuevo entre fe y cultura, fe y ciencia, fe y política, para construir una nueva moral humanista que sitúe a los empobrecidos de todo el mundo como el centro de la preocupación de las personas y de las organizaciones políticas, sindicales, sociales, solidarias y eclesiales. Y desde los pobres y con ellos, plantearnos las formas de vida que son posibles para que todos vivamos con justicia y libertad en un planeta habitable.

Nosotros que somos y nos sentimos Iglesia, hacemos un llamamiento a toda Ella para incrementar nuestra fidelidad a Jesucristo en estos momentos históricos, difíciles y prometedores, que nos ha tocado vivir. Para ello, el mismo Jesucristo nos enseñó el camino que nunca falla: Unir nuestra vida a los empobrecidos del mundo, en nuestro caso a los empobrecidos del mundo obrero, y caminar con ellos en un compromiso por la justicia cumpliendo la voluntad de Dios ayudados por su Espíritu.