Rafael Ma Sanz de Diego, SJ
Departamento de Pensamiento Social Cristiano
Universidad Pontificia Comillas. ICAI-ICADE. Madrid.
Siguiendo el rastro de los Congresos Católicos españoles, de los que me ocupé, dentro de esta sección, en el último número, me acerco ahora a las Semanas Sociales, continuadoras en parte de esta experiencia. Ocupan un abanico de años mucho más extenso —prácticamente todo el siglo XX— aunque dividido en tres períodos con solución de continuidad.
Los orígenes
Como ocurrió con los Congresos Católicos, tampoco las Semanas Sociales son invento español, sino adaptación a nuestro ambiente de experiencias europeas. El primer intento de algo semejante tuvo lugar en Alemania. Allí se había creado en 1890, como correa de transmisión del Zentrum y para contrarrestar a la Evangelischer Bund (Unión Protestante) fundada cuatro años antes, la Volksverein für der Katholische Deustchland (Unión Popular para la Alemania Católica). Su finalidad era, según sus Estatutos, “promover por todos los medios legítimos la acción social católica […] valiéndose de la acción inmediata personal y de la influencia de la palabra y del escrito en todas sus formas”. De acuerdo con esta finalidad, organizó en Mönchen-Gladbach (1892) un Curso de cuestiones sociales, que se fue repitiendo en los años siguientes en distintas ciudades alemanas. En 1901 se comenzó otra experiencia de más calado: un Curso superior apologético-social para obreros que tenían ya una formación básica. Duraba alrededor de tres meses y lógicamente exigía que se financiase a quienes participaban en él.
El ejemplo de lo comenzado en 1892 prendió en Francia en 1904. Ese año se celebró en Lyon lo que ya se llamó “Semana Social”. Se parecía a la experiencia alemana: las Semanas no se centraban todavía en un tema monográfico. Más bien abordaban distintos asuntos sociales, según las necesidades y el lugar en el que se desarrollaba el encuentro. El modelo francés se difundió con rapidez: Holanda, Austria, Polonia, Italia, Bélgica, México, Suiza… Todo esto hasta 1910. Todavía después Argentina, Uruguay, Canadá… Sólo dos años después de la Semana Social de Lyon, en mayo de 1906, se trasplanta la experiencia a España. La “primera edición” de las Semanas Sociales españolas tuvo un aire bien modesto y casi sin pretensiones de continuidad. Se celebró en Madrid con el título de Curso breve de Cuestiones Sociales. Marchaba por las sendas que habían marcado sus predecesores alemán y francés.
Pero no fue sólo el mimetismo de lo extranjero la razón de que arraigase en España esta iniciativa. Los Congresos Católicos habían finalizado en Santiago de Compostela en 1902 porque se creyó que la mayoría de los temas se habían tratado ya y que las palabras y los escritos no eran el remedio para una España sumida en la crisis del 98. Con todo, los aspectos sociales habían sido los que se habían tratado con más altura, los que habían interesado más por ser más desconocidos y los menos lastrados por el sesgo partidista, tan acusado entonces en España. La pérdida de Cuba y Filipinas tras el Tratado de París desató en España una conmoción de gran calado. Se partía de un hecho incontestable y de una pregunta legítima.
El hecho: a comienzos del siglo XIX en los dominios de España “no se ponía el sol”. Al final del siglo quedaban en poder de España, fuera de los territorios peninsulares, unos arenales en el Norte de África (Marruecos), y además discutidos en una guerra imposible de ganar desde 1893. Sobre esta realidad se formulaba una pregunta inevitable: ¿por qué? Las respuestas eran varias, como era natural. Para unos la causa del declive español era el aferramiento a la tradición y la consiguiente cerrazón a la modernidad.
Por eso había que “cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid”. Y refiriéndose al lema que, propuesto por el futuro cardenal Monescillo cuando aún era obispo de Jaén, sintetizaba la acción social de los católicos (“Pan y catecismo”) se exigía su superación laica y aconfesional: “Escuela y despensa”. No fue ésta, con todo, la única respuesta de la generación del 98. Don Miguel de Unamuno pensaba, por el contrario, que el declive de España había nacido del abandono de la tradición patria. Don Quijote debería hacer su tercera salida no para europeizar España, sino para españolizar Europa.
Tras este polémica latía otra pregunta, que será básica para la historia de la Iglesia en España a lo largo de este siglo: ¿ha sido positiva la aportación de los católicos y de la Iglesia a la convivencia española? Y, mirando al futuro, ¿cómo puede ser positiva esta aportación en adelante?
Con cierto optimismo, desde la óptica de hoy, se pensaba que la Doctrina Social de la Iglesia -aún no se la llamaba así, pero a ella se referían inequívocamente- era lo mejor que la Iglesia podía aportar a la convivencia española: se la creía aconfesional y suprapartidista. Y respondía sin duda a una necesidad nacional hacia la que crecía la sensibilización ambiental a partir de Rerum Novarum y de las aportaciones de la Institución Libre de Enseñanza.
Esta triple realidad -influjo extranjero, recuerdo positivo de las aportaciones sociales de los Congresos Católicos y la polémica desatada por el 98 y el incipiente regeneracionismo- influyó en el nacimiento de las Semanas Sociales en España. La idea prendió en el círculo de los que, interesados por los problemas sociales, se movían en el ámbito inspirado por los jesuitas: el Centro de Defensa Social de Madrid y el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico Obreras. Francisco González de Rojas, entonces Vicepresidente de la primera asociación, fue el primer promotor. Las Juntas directivas de ambas asociaciones acogieron la idea con entusiasmo, pues entraba de lleno en sus fines: “la defensa y fomento de los intereses morales y sociales y el congregar y organizar los elementos más sanos de la sociedad”.
Los objetivos
Dentro de una necesaria imprecisión, nacida de la falta de experiencia y de la amplitud de las necesidades, fueron claros desde el principio los objetivos de las Semanas Sociales. Se utilizaron para explicarlos diversas metáforas (1): “una marcha trabajosa por camino inexplorado”, “una especie de ejercicios sociales”. Pero la comparación que más se utilizó fue la universitaria. Según el Manifiesto que redactó la Comisión Permanente que se formó tras la asamblea de Madrid, las Semanas querían ser un centro de cultura que preparaba para la acción, una Universidad Católica, flexible y dúctil, que se adaptaba admirablemente a las circunstancias de lugar y tiempo, que aparecía allí donde la necesidad era más apremiante y sembraba los conocimientos y sugestiones que más convenía difundir en un momento dado para dar base real y científica a nuestro movimiento social y para iluminarlo con el resplandor de la caridad y el espíritu del Evangelio.
Y líneas más abajo volvían al símil universitario. Las Semanas Sociales son como unas universidades ambulantes, que un año en una región, otro en otra, hacen la siembra de las ideas sociales del catolicismo, suscitando además el sentido social.
Aun siendo la más utilizada, la comparación con la universidad no agotaba todo lo que querían ser las Semanas Sociales. Retomando lo ya expuesto -“una especie de ejercicios sociales”-insistían en definirlas como un retiro espiritual, donde ahondemos sobre nuestros deberes sociales y recojamos ideas claras y energías morales para cumplirlos.
En el momento en que nacieron las Semanas Sociales iba ya decreciendo el ardor de la división entre los católicos por motivos políticos. A través de los artículos de los PP. Villada y Minteguiaga en la recién creada Razón y Fe, los jesuitas españoles se habían desenganchado públicamente del integrismo de Ramón Nocedal y habían logrado el refrendo pontificio a su postura por medio de la carta de Pío X al obispo de Madrid Inter Catholicos Hispaniae (20-2-1906). Con todo es explicable el intento de subrayar el propósito de mantener la experiencia al margen de la política partidista: “sin fines políticos ni esperanzas políticas”. Finalmente el Manifiesto expresaba con firmeza las dos coordenadas dentro de las que querían moverse las Semanas: la fidelidad al magisterio de la Iglesia y la observación profunda de la realidad.
La primera serie de Semanas Sociales: 1906-1912
Impulsada por Francisco González Rojas con la colaboración cercana del Vizconde de Eza y de D. José Ma Maluquer y Salvador, miembros ambos del Instituto de Reformas Sociales, y con el apoyo de Pío X y de buena parte de los obispos españoles, se celebró en Madrid el Curso de cuestiones sociales, que más tarde se consideraría como la primera Semana Social de España, en los primeros días de mayo de 1906. El programa ofrecía conferenciantes de prestigio: los ya citados colaboradores de González Rojas, que aportaban la experiencia del Instituto de Reformas Sociales, nueva versión de la Comisión del mismo nombre creada en el XIX, los catedráticos Amando Castroviejo (Universidad de Sevilla) y Rodríguez Cepeda (Universidad de Valencia), y el polifacético jesuita Antonio Vicent.
Pese a esto y al interés de los temas, la repercusión en la prensa, incluida la católica, fue muy escasa. Los asistentes inscritos no llegaron a 200. En parte porque se trataba de una experiencia nueva y en parte porque aún no se percibía mayoritariamente su necesidad. El mismo Severino Aznar, tan ligado después a las Semanas Sociales, reconocía que entonces pensaba que la experiencia tenía sentido en Alemania y en Francia, donde la lucha con los socialistas era perenne y éstos tenían altura. Pero en España no había necesidad de oponerse a un socialismo intelectual, pues los jefes socialistas, con la excepción de Pablo Iglesias, eran unos pobres patanes, poco menos que analfabetos. Tampoco existía una corporación católica que inspirase confianza. Con el tiempo iría modificándose esta realidad y cambiando en consecuencia el modo de pensar. Se fue extendiendo la convicción de que la acción del catolicismo sobre la vida es necesaria. Los problemas sociales, como los problemas individuales que la conturban, significan principalmente ausencia u olvido de las solemnes verdades del catolicismo. […] Necesaria debe ser la acción de los católicos; pero no debe ser instintiva, no conviene que sea rutinaria e inconsciente, sin saber bien a donde vamos, de donde partimos y por qué hacemos lo que hacemos… Y esto es lo que se trata de evitar, con medios y métodos seguros, en las Semanas Sociales. […] Su lema es “la ciencia para la acción”; sus métodos, la integridad doctrinal y la observación de la realidad; sus procedimientos expositivos, la lección metódica, clara y precisa (2).
Si, pese al reducido éxito del curso celebrado en Madrid, la experiencia no murió, se debió al empeño de dos personalidades del catolicismo social español de entonces: el P. Vicent y Rodríguez Cepeda, director de la revista recién nacida La Paz Social. Ellos impulsaron la creación de una Comisión Permanente para impulsar las Semanas. La presidía el obispo de Madrid-Alcalá. Eran Vicepresidentes Vicent y Rodríguez Cepeda. Como vocales fueron nombrados el Marqués de Comillas y D. Juan Vázquez de Mella. De la Secretaría se encargó Severino Aznar. Más tarde se añadieron otros vocales: el jesuita José M. Campoamor, Amando Castroviejo. Francisco González Rojas, el futuro propagandista Carlos Martín Álvarez y algunos más. Es evidente que se buscó, además de la calidad cristiana y de la cercanía a los temas sociales, un equilibrio en lo político: junto al alfonsino Marqués de Comillas estaba el tradicionalista no integrista Vázquez de Mella. La Semana Social de Valencia fue un éxito. Se celebró del 12 al 19 de diciembre de 1907. Los inscritos superaron el millar. De ellos, 213 eran obreros. La ciudad del Turia acogió hospitalariamente a los semanistas, rompiendo el recuerdo amargo de la Valencia jacobina y laicista, que había hecho pasar tan malos ratos a los obreros que peregrinaron a Roma en 1894.
Sevilla fue la sede de la tercera Semana (1908) y Santiago de Compostela (1909, año santo jacobeo) la de la cuarta. En ambas, como también en las primeras, abundó el estudio de temas agrarios, además de los obreros. La asistencia fue también muy numerosa en las dos. Las mitras presentes en Sevilla fueron tantas que, con su chispa de imaginación andaluza, se decía que la Semana parecía un Concilio.
Al año siguiente, 1910, la sede de la quinta Semana Social fue Barcelona, que el año anterior había sido escenario de otra semana de muy distinto signo: la Semana Trágica. Fue audaz la elección del sitio. Y resultó novedosa la aportación de esta Semana: los organizadores se decantaron por un sistema que aunaba la técnica y la práctica, organización y legislación social e iniciativas económicas. Todo práctico y alejado de la discusión política. Fueron oradores entre otros monseñor Torras y Bages, el P. Gabriel Palau, SJ. y Narciso Pla y Deniel (de Acción Social Popular), Enrique Reig, director de La Paz Social, Pedro Sangro y Ros de Olano, del Instituto de Reformas Sociales. El tema fue “Cuestiones laborales, industriales y sindicales”.
La última Semana de esta serie se celebró en Pamplona en 1912. El tema era “Cuestiones gremiales y laborales femeninas” y la asistencia fue numerosa. Tuvieron las conferencias, además de otros nombres conocidos, el jesuita Zugasti, Polo y Peyrolón, Yoldi y el dominico Gerard. La conferencia de éste desató entusiasmo en la mayoría de los oyentes y críticas acerbas en buena parte de la prensa. Su tono no fue el de un catedrático de universidad ambulante. Iris de paz decía que se había exhibido como una especie de tribuno popular. Su oratoria es de grueso calibre. Sus palabras son de a kilo. Habla con franca rudeza, diciendo lo que siente, sin remilgos ni delicadezas retóricas. A ratos, se diría que es un socialista vestido de sotana, cuando habla del desamparo del pobre y del obrero (3).
No era sólo la forma lo que hacía distinto de otros oradores al fundador de la jerezana Casa del Trabajo. Era también su opción por los sindicatos católico-libres, que no exigían la práctica religiosa a sus afiliados, cuestión batallona que dividió increíblemente a los católicos en estos años. El P. José Gafo desde La Ciencia Tomista defendía el punto de vista de su hermano de Orden, frente a la posición de los jesuitas, expresada sobre todo en Razón y Fe (4). Influyeron sin duda las denuncias integristas, que acabarían pocos años más tarde, con la obra espléndida del P. Gabriel Palau, como habían acabado ya con la acción de los también jesuitas Abreu y Ayala el año anterior. El obispo de Pamplona López Mendoza creó en el mismo año 1912 dificultades al promotor de la Caja Rural de Navarra, Antonino Yoldi y también en ese año fue amonestado el canónigo Arboleya. Quizá contribuyeron también a enterrar la experiencia el cansancio y la ausencia del P. Vicent, ya fallecido. Y sin duda los aires de 1912, final del pontificado de Pío X, no eran precisamente progresistas y reverdecía de nuevo el integrismo: de estos años datan las cautelosas Normas vaticanas sobre la colaboración con los liberales (5).
Una segunda serie: las décadas de los ’20 y ‘30
En los elencos de las Semanas Sociales españolas se pasa de la de Pamplona (1912) a la que se tuvo de nuevo en Madrid en 1933. Sin embargo, en la década de los ’20 se celebraron algunas. Quizá quedan fuera de las listas porque no las organizó la Comisión que había organizado las anteriores o también por su carácter más local. Pero en estos años se celebraron algunas: en Oviedo, organizada por la Acción Católica diocesana y dirigida por el Grupo de la Democracia Cristiana, se reunieron 800 semanistas para debatir sobre la familia cristiana. Al año siguiente en Carrión de los Condes (7 a 10 de abril de 1927) tuvo lugar una Semana Social Católico-Agraria. Posiblemente hay que achacar el que no se siguiesen celebrando en el bienio siguiente a la oposición del Primado D. Pedro Segura, que asumió la iniciativa y de hecho la bloqueó (6).
Durante la II República, alejado ya de España el cardenal Segura, se celebraron dos Semanas Sociales, que aparecen ya en la lista. En la de Madrid (1933) participaron el P. Rutten, dominico, inspirador de los PP. Gago y Gerard, Arboleya, Herrera —que, ya Presidente de la Junta Central de Acción Católica, había dejado la dirección de El Debate— Severino Aznar… Se volvía al tono anterior, se admitían voces más críticas. En este mismo año apareció el primer número de Cruz y Raya.
Al año siguiente la Semana Social se celebró en Zaragoza, centrada en temas agrarios, aunque ya no fue tan innovadora como la anterior. La Reforma Agraria y el triunfo de la CEDA recortaban posibles audacias en estos terrenos. Ya sabemos que un diputado cedista, cuando Giménez Fernández justificaba sus propuestas reformistas en Quadragesimo Anno, le respondió: “Si Su Señoría sigue citando a los Papas en este sentido, acabaremos haciéndonos cismáticos griegos”.
Para 1936 estaba programada una novena Semana Social. Obviamente quedó en proyecto.
La última serie: 1949-1998 y lo que venga
Tras la guerra civil las Semanas Sociales tardan diez años en reanudarse. Pero lo hacen con constancia. Entre 1949 y 1968 se celebra una por año, si se exceptúa 1960. A partir de entonces la cadencia se ralentiza: dos o cuatro años separan una Semana Social de la siguiente. La temática se ha ido haciendo monográfica, buscando mayor profundidad y unidad en las exposiciones. Han recorrido prácticamente toda la geografía de la piel de toro
Han albergado más de una Madrid (1949, 1959), Barcelona (1951, 1964), Valencia (1962, 1998), Sevilla (1965, 1978), Zaragoza (1952, 1966), Santiago (1958, con Vigo, y 1976), Córdoba (1953 y 1992) y Málaga (1967, 1988). Prácticamente han estado en todas las regiones de la España peninsular (nunca han viajado a las islas): País Vasco (Bilbao, 1950); Navarra (Pamplona, 1957); Castilla (Burgos, 1954; Salamanca, 1955; Valladolid 1968; León, 1974 y Segovia 1986); Asturias (Oviedo, 1963), Murcia (1970); Extremadura (Badajoz, 1982); Andalucía (Granada, 1961 y Jaén, 1994); Comunidad Valenciana: Alicante 1984.
En cada Semana se han intentado armonizar dos aspectos: los problemas de cada momento y los específicos de cada sede.
- En general han entrado en el temario aspectos políticos: comunidad internacional (Pamplona), educación cívica en una sociedad de masas (Oviedo), socialización y libertad (Barcelona 1964), democracia y responsabilidad (Málaga 1967), educación y democracia (Sevilla 1978).
- En ocasiones se han comentado y aplicado a España encíclicas sociales: Mater et Magistra (Granada) y Populorum Progressio (Murcia).
- No han faltado aproximaciones a lo sociológico: la clase media (Barcelona 1951), la concentración urbana (Madrid 1965), la juventud (Valladolid y la última de Valencia), la sociedad española en transformación (León), la humanización de las estructuras sociales (Santiago 1976), servir e informar (Segovia), retos sociales en la España actual (Málaga 1988).
- Por supuesto no han faltado los asuntos preferentemente económicos: la distribución de la riqueza (Madrid 1949); la empresa (Bilbao y Córdoba 1992); el trabajo (Zaragoza 1952) y el paro (Badajoz 1984); salarios y rentas (Zaragoza, 1966) y el campo, tema recurrente: Córdoba 1953, Valencia 1962, Jaén 1994.
- Otros temas han sido la moral profesional (Salamanca), el sentido social (Sevilla 1956), la migración (Santiago-Vigo), la caridad, beneficencia y asistencia social (Madrid 1959) y el derecho a vivir: Alicante 1984, en clara respuesta a la despenalización del aborto.
Todas las Semanas Sociales han contado con algún mensaje doctrinal de la Santa Sede, vía Secretaría de Estado. En ocasiones ha sido un telegrama escueto, pero normalmente se trata de una carta más extensa (7), que glosa el tema fundamental de la Semana.
¿Es posible un balance?
Es claro que treinta y ocho semanas celebradas a lo largo de más de 90 años no pueden despacharse con un comentario general. Ha habido de todo en calidad intelectual, en sintonía con los problemas reales, en talante avanzado o retrógado, en capacidad de comunicación e influjo. Es claro que en los años primeros su eco era mayor que en los posteriores, saturados de mensajes, como es mayor el influjo en una capital de provincia pequeña que en una gran capital y en una región donde la Iglesia institucional tiene más influjo social que en otra más laicista.
Queda, con todo, una cuádruple constatación. Con ella termino:
- La Iglesia española no ha estado ausente respecto a los problemas sociales ni ha permanecido muda.
- Las Semanas Sociales han sido obra fundamentalmente de seglares, aunque sean minoría.
- Las divisiones intraeclesiales han dañado y en ocasiones hecho perecer esta iniciativa.
- Las Semanas Sociales continúan vivas. La última se celebró en 1998 y vendrán, Dios mediante, más.
NOTAS
1 Las expresiones y las ideas que reproduzco a continuación están tomadas del Manifiesto que la Comisión Permanente de la que hablaré más abajo dirigió a los católicos españoles. Se reproduce en Semana Social de España. Segundo Curso. Valencia 1907, pp. III-XXVII.
2 S. AZNAR, Problemas sociales de actualidad, 138.
3 Citado por F. DEL VALLE, El P. Antonio Vicent y las Acción Social Católica Española, p. 240.
4 Sobre ella, cf. J. GOROSQUIETA, El drama de la confesionalidad sindical en España (1990-1931): Revista de Fomento Social 116 (1974) 381-389 y R. Ma SANZ DE DIEGO, La Iglesia española ante el reto de la industrialización, en el Tomo V de R. GARCÍA VILLOSLADA (ed.), Historia de la Iglesia en España, p. 649.
5 Las reproduzo en mi artículo El P. Antonio Vicent: 25 años de catolicismo social en España (1886-1912): Hispania Sacra XXXIII (1981) 367-372. Fueron redactadas por los cardenales Vives y Tutó y Merry del Val.
6 Cf. La Iglesia española ante el reto de la industrialización, 643; D. BENAVIDES, El fracaso social del catolicismo español, 286-288 y 405-410. Sobre la Semana de Carrión, cf. J. GARCÍA GRANDA y F. DEL VALLE CUESTA, Iglesia y sociedad en la España del siglo XX. El P. Sisinio Nevares y el catolicismo social, Tomo IV: 1926-1946. pp. 710-711. Meses después tuvo lugar en Madrid un Cursillo social Agrario, organizado por Fomento Social (15-20 noviembre 1927): Ib., 705-709.
7 Las dirigidas a las Semanas Sociales (no sólo españolas) hasta 1978 las ha publicado J.L.GUTIÉRREZ GARCÍA, Cartas de la Santa Sede a las Semanas Sociales, Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, 1978.