MENSAJE DE LOS OBISPOS
Dan mucho, merecen más
Este es el lema de este año para la celebración de la fiesta de la Virgen del Carmen, día de la gente de mar.
Su contenido es bien elocuente: la gente de mar da mucho.
El mundo de la pesca nos proporciona una parte importante de nuestra alimentación. Para hacernos una idea, en 2021 se consumieron a nivel mundial 160 millones de toneladas de pescado.
En cuanto a la marina mercante, se calcula que un 90% del transporte de mercancías a nivel mundial se realiza por mar. A eso hay que sumarle el intenso tráfico de pasajeros a bordo de transbordadores y barcos de cruceros.
El trabajo de la gente de mar proporciona, por tanto, mucho bienestar a la población mundial.
Y ¿cómo se les protege?

La Organización Internacional del Trabajo establece en su Convenio 188, del año 2017, unas normas mínimas que regulan el trabajo delos pescadores y a través del Convenio de Trabajo Marítimo 2006, que entró en vigor en 2013, ofrece una normativa dirigida a garantizar una serie de derecho de los marinos mercantes.
Ambos convenios son instrumentos muy importantes que ayudan al bienestar de la gente de mar, pero como suele ocurrir, de un ladobuscan garantizar mínimos y por otro lado, en la práctica, su aplicación no siempre es la más adecuada.
El trabajo en la mar es exigente, en muchos casos peligroso, como muestran lamentablemente los accidentes que, especialmente en la pesca, todos los años se producen. Las jornadas son largas y los ritmos de
trabajo cada vez más estresantes. Sin embargo, nos encontramos con que la sociedad los valora muy poco.
La gente de mar merece mucho más:
Merece más atención, seguridad física y laboral, una acogida humana cuando llegan a puerto, un contacto lo más fluido posible con sus familias, suficientes vacaciones y salarios acordes a sus circunstancias
de vida y trabajo.
Por otro lado, la globalización, la proliferación de barcos bajo bandera de conveniencia, la entrada masiva de marinos y pescadores de países del Tercer Mundo, con menores pretensiones salariales, han traído un retroceso general de las condiciones laborales de la gente de mar.
Y en medio de esta situación, nos disponemos a celebrar un año más la fiesta de la Virgen del Carmen, la fiesta de nuestra patrona. Una fiesta que se vive con autentica devoción popular, como nos lo demuestran las innumerables procesiones marineras que se producen a lo largo de la costa española.
Cualquier puerto, por pequeño que sea, quiere honrar a su patrona. «¡Que todos la vean!», exclaman frecuentemente los pescadores cuandosalen con sus barcos engalanados en homenaje a la Virgen del Carmen.
Celebrémoslo con alegría, hagamos fiesta, pero al mismo tiempo, rindamos homenaje a la gente de mar, cada uno desde su circunstancia, y unámonos a lo expresado por el papa Francisco con motivo del XXV Congreso Mundial de Stella Maris celebrado en Glasgow el pasado mes de octubre:
«Sabed que no estáis solos y que no os olvidan… Vuestro trabajo en el mar nos mantiene a menudo apartados de los demás, pero estáis cerca de mí en mis pensamientos y oraciones, y en los de vuestros capellanes y de los voluntarios de Stella Maris.»
La gente de mar ha sufrido y sufre aún en parte las consecuencias de la guerra de Ucrania. Mucho marinos han visto cómo sus familias huían y huyen a otros países, con dificultades para comunicarse con ellos y con la incertidumbre de no saber cuándo y dónde volver a reunirse.
Debemos hacer una breve reflexión sobre la vulnerabilidad de la gente de mar, tanto pescadores como marinos mercantes; sobre lo necesitados que están de asistencia y de ayuda para a salir del aislamiento que frecuentemente sufren.
El cardenal Mons. D. Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, destacó el valor del servicio que el Apostolado del Mar viene realizando desde sus inicios en favor de la gente de mar y sus familias, y en particular en los últimos años, marcados primero por el flagelo de la pandemia y luego por el conflicto en Ucrania, que ha exacerbado las condiciones laborales de la gente de mar, a menudo privada de sus derechos y dignidad.
Cuán importante es que, en los puertos, haya un servicio de asistencia a las tripulaciones, que se tengan en cuenta sus necesidades humanas, así como las de los pescadores, y que se vele por su dignidad. La Organización Internacional del Trabajo lo indica y la Organización Marítima Internacional repite una y otra vez que el bienestar de las gentes del mar es también básico para el buen funcionamiento del tráfico marítimo.
De esas personas vulnerables depende, en gran medida, el abastecimiento de nuestra sociedad y el desplazamiento de muchas personas.
Pidamos pues a la Virgen del Carmen por todas las gentes del mary sus familias, recemos para que reciban una mayor atención general a sus necesidades recordando siempre que: «dan mucho, merecen más».
Con mi bendición y afecto,
+Luis Quinteiro Fiuza
Obispo de Tui-Vigo
Obispo promotor del Apostolado del Mar
Descarga los carteles en castellano, euskera, gallego y catalán
El mensaje del cardenal Czerny: conocer los tesoros espirituales y las necesidades de la gente humilde
La Iglesia celebra el primer domingo del mes de julio el Domingo del Mar. El Cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral nos invita a conocer este año el imprescindible pero desconocido mundo de las Gentes del Mar.
Mensaje para el Domingo del Mar 2023
(9 de julio de 2023)
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Ya desde el principio, el Evangelio llegó a todos los rincones del mundo a través de grandes embarcaciones. En los Hechos de los Apóstoles, así como en otros escritos del Nuevo Testamento, se nos narra, de diferentes maneras, cómo los mensajeros de la Buena Nueva vivían y transcurrían su tiempo con los trabajadores del mar, a veces, incluso durante meses, compartiendo con ellos una cotidianidad y abriéndoles la mente y el corazón a la fe.
Cada año, el Domingo del Mar ofrece a las comunidades católicas de todo el mundo la oportunidad de no olvidar cuáles son nuestros orígenes y de rezar por quienes trabajan hoy a bordo de embarcaciones que transportan mercancías por todo el mundo. Se trata de más de un millón de seres humanos, gracias a los cuales nuestra cotidianidad se vuelve posible y la economía se sostiene. De ellos, de su fe, de cómo pueden amar y de cuáles son sus esperanzas, no sabemos casi nada.

El domingo es el día de la Eucaristía, la Pascua semanal: son muchos los que no tienen acceso porque se encuentran forzosamente lejos de sus seres queridos y de su comunidad. Para toda la Iglesia, celebrar al Resucitado significa al mismo tiempo no olvidar a nadie, hacer llegar la salvación a todas partes, preguntarse cómo puede sentirse salvado y reconocer su valor quien está ausente y es invisible, pues es
portador de una dignidad que es la de todo hijo de Dios.
Mientras los apóstoles permanecían embarcados, hablaban de Jesús a las tripulaciones y cuando llegaban a las ciudades portuarias, reunían a las comunidades: estaban, pues, presentes en un mundo que hoy es cada vez menos conocido. La compleja organización de nuestras sociedades y una cierta propensión a ocultar las
desigualdades dejan a menudo en una zona gris los tesoros espirituales y las necesidades materiales de la gente humilde. Por tanto, el Domingo del Mar no está reservado exclusivamente a la gente de mar, sino que busca también centrar la atención de toda la comunidad cristiana en aquellos gracias a los cuales nos llegan
gran parte de los bienes de los que nos alimentamos o de los que nos servimos cada día.
A los que están hoy en el mar, queremos pues, hacer llegar un mensaje coral: la Iglesia está cerca de ustedes. Lo que les alegra y lo que les oprime significa mucho para nosotros. No sólo tenemos algo que darles, sino también queremos acoger sus historias, sus testimonios: lo que opinan sobre el trabajo, la economía, sobre las relaciones entre religiones y culturas diferentes, las condiciones del mar y de la Tierra, sobre la fe, que sólo desde su experiencia pueden llegar e interpelar a todos los miembros de la Iglesia y, a través de ellos, a nuestras sociedades.
Somos una Iglesia sinodal, es decir, caminamos juntos. Debemos avanzar juntos, navegar juntos, sin dejar a nadie atrás y enriquecernos mutuamente. Que nadie piense que no tiene nada que ofrecer. Por eso, si hay un esfuerzo que queremos proponernos este año, es precisamente el de verificar cómo podemos estar más cerca,
en un intercambio permanente que haga que su trabajo esté menos alejado del camino y de la fe de todos.
Que María, Stella Maris, interceda por nosotros y sea fuente de consuelo y de perseverancia
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Mons. García Cadiñanos: la celebración del Carmen nos ayuda también a mirar al mar y a las gentes que viven de él
Mons. garcía cadiñanos ha escrito una preciosa carta pastoral que reproducimos a continuación:
Estamos a las vísperas de la celebración del Día del Carmen. Un día especialmente festejado en nuestra Iglesia diocesana, tan vinculada al mar y a las gentes del mar. Como la Iglesia de los inicios, también nuestra Iglesia es “pescadora”. Sin duda que muchos hemos podido participar y emocionarnos en algunas de las tradiciones que durante estos días se repiten: procesiones marítimas, salve marinera, homenaje a los que han perdido la vida en el mar, novenas, celebraciones eucarísticas… Bajo la advocación de la Virgen del Carmen muchos hermanos nuestros viven y sostienen su fe.
La Virgen del Carmen es especialmente querida y festejada por nuestro pueblo. Bajo su protección, a lo largo de los siglos, muchas gentes del mar y sus cofradías han puesto su trabajo, su viaje, su familia, su fragilidad. En Cariño, en Cedeira, en Celeiro, en Foz, en Burela, en O Vicedo… ¡Cuántas miradas cómplices a la Virgen que preside nuestros puertos, las embarcaciones, los espacios más cercanos e íntimos!
La celebración del Día del Carmen nos invita a volver a mirar a María. Ella es estrella de los mares. María, como aurora del sol, nos lleva siempre a Cristo. Mirar a María es dirigir nuestra mirada a Jesucristo, el único salvador. Su palabra ante nuestras dudas, súplicas y miedos, es siempre la misma: “Haced lo que él os diga”. Es él, Jesucristo, el único que nos abre caminos, asienta nuestra existencia, consolida nuestro vivir.
Pero la celebración del Carmen nos ayuda también a mirar al mar y a las gentes que viven de él. Contemplando las diferentes realidades que confluyen en este contexto, quizás haya una palabra que las une y las caracteriza: “Inseguridad”.
El mar es un medio un tanto inseguro. Aunque evidentemente los progresos técnicos han avanzado mucho y han dotado de medios para garantizar la seguridad, siempre se visibiliza como un contexto incierto. Así lo expresan los accidentes periódicos que causan tantas vidas humanas, tantas tragedias que hoy recordamos. Así lo viven especialmente los emigrantes que surcan los mares en búsqueda de un lugar donde poder vivir y que, en tantas ocasiones, encuentran la muerte en el mar, convertido en un gran cementerio, ante el silencio y la inacción de nuestra sociedad.
Pero también es inseguro en lo que se refiere al futuro del sector. Así lo demuestran las dificultades que hoy se tienen para cubrir los empleos necesarios para llevar adelante las tareas. No hay relevo en muchas familias y empresas. Los jóvenes, en su mayoría, huyen de este trabajo que supone, no sólo un sacrificio físico, sino mucho más emocional, mental, social… La emigración ha encontrado aquí un nicho de empleabilidad donde la población autóctona rechaza por las prácticas laborales severas. La ausencia de políticas activas de empleo en este campo son evidentes.
Esta inseguridad adquiere otro matiz si abrimos el horizonte en una perspectiva más amplia en el proceso globalizador. Me refiero al dominio desmesurado de la industria y del sector financiero en la pesca, especialmente de altura, con el consiguiente proceso de concentración. No es bueno que el endiosamiento del dinero marque sus políticas por encima de las personas y del medio ambiente. Es preciso respetar los ritmos biológicos, evitando que los caladeros queden sobreexplotados, lo que supone una injusticia para las generaciones futuras. No es bueno que un sector esté fuertemente subvencionado, lo que impide una viabilidad a largo plazo.
En esta situación, celebrar el Día del Carmen, la fiesta de las gentes del mar, es agradecer la tarea que desarrollan para nuestro bienestar. Además de la pesca de cada día, el 90% del comercio mundial se produce en el mar. Es un día, pues, para darles las GRACIAS por su labor, por su vida, por su esfuerzo, por su vocación, por sus sacrificios, por gestionar y afrontar la inseguridad… Es mucho lo que nos dan. Por eso, también merecen más.
Vuestro hermano y amigo.
+Fernando
Obispo de Mondoñedo-Ferrol
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